Movidas por la pulsión de muerte. El aborto como abolición de la física.
/«Les pasa lo de ese refrán tan verdadero que dice: "El perro vuelve a su propio vómito" y "Cerda lavada se revuelca en el fango"» (2ª Carta de San Pedro 2, 22)
Sabida es la agonía de Freud y los nihilistas por domesticar a la física y a la biología, ciencias que surgieron potentes en la segunda mitad del XIX.
Junto con las matemáticas (lógica), hicieron surgir la psicología como la más grande de las “ciencias humanísticas” a comienzos del siglo XX, independizándose en su objeto y en su método propio, de la medicina y de la psiquiatría.
Las perspectivas que abrían las matemáticas eran abismales. Estimulada por la demanda de lógicas que explicasen las observaciones astronómicas y los fenómenos físicos, había ido desarrollándose el álgebra y el análisis. Como ciencia instrumental permitía avanzar al mundo de las ciencias de la materia.
La matemática desafiaba la psicología y el materialismo. Por un lado ponía de manifiesto la existencia de un logos interno en las ciencias de la materia. Por otro exigía que la psicología se sistematizase. Las observaciones sobre fenómenos psicológicos comenzaron a tornarse más metodológicas. Y a preparar el material a la psicología experimental. También la psicología de masas vivía su momento álgido.
En este punto la psicología se debatía entre una vertiente atomista-materialista, que entiende al sujeto individual o colectivo como un ser, o como un conjunto de átomos/órganos identificables y sistematizables como pulsiones; o bien como una psicología centrada en el logos. Famoso es el libro de V. Frankl, El hombre en busca de sentido, surgido de sus experiencias en el campo de concentración, también experiencias empáticas (más que de las frías observaciones del ético racionalista).
El moderno concepto de calidad de vida, en la terminología nazi vida digna de ser vivida (lebensunwerten Lebens) era una falacia ideológica y anticientífica que las víctimas de la Shoah habían desafiado, y dejado por falsa.
Frankl introdujo así la logoterapia como corriente en la Psicología científica. Era un hecho constatado que el ser humano está hecho para la vida. El experimento no podía ser más concluyente. Miles de sobrevivientes al holocausto, viviendo, deseando vivir, reconstruyendo sus vidas, teniendo hijos y nietos, participando en la vida cultural, eran la demostración viva de esa tesis.
La vida no era una obsesión cultural, era la física abriéndose camino en el mundo.
De la tragedia de la segunda guerra mundial levantó una Europa en la que la efervescencia de las ciencias de la Belle Époque y la ingenuidad del período entreguerras, dio lugar a un debate nuevo, sobre el fundamento de la humanidad. El atomismo había quedado derrotado, lo importante era la búsqueda de sentido.
Así se abrió camino hacia la construcción de una sociedad occidental en la que la utopía tuviese lugar, una sociedad solidaria, humana, amorosa. Una sociedad en la que la física es para el amor y el amor para la física. En la que la psicología es la pulsión de la vida, del eros entendido como paz y amor, y no un pulsión de muerte, de darwinismo ni de marcar el espacio vital Lebensraum nacional-socialista.
Pero como el perro que vuelve a su propio, el aborto, vuelve a instaurar la pulsión de muerte Thánatos, la destrucción como derecho, el descarte como procedimiento físico-social.
Es irreal y antifísico. Es en el mal sentido dogmático. Es ideológico. Es la paranoia hecha derecho. Es una mala gestión de la libertad enferma, loca por volverse polvo, porque la vida le cansa.
Es el triunfo del vértigo. Es la flojera zapateril.