Mundo sindical, la Nissan y el derecho a la vida

Si quieren sobrevivir, los actuales sindicatos deben decidirse ya de una vez a liderar la defensa de la vida y la dignidad de la familia.

Llamados a liderar el diálogo social, los sindicatos históricamente tuvieron a gala el ejercicio de la solidaridad, formando una unión inexpugnable en defensa de los más vulnerables, de los obreros y de sus familias. Exigiendo el pleno empleo, los sindicatos jugaron un papel decisivo contra la cultura del descarte.

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El capitalismo financiero salvaje consciente que la fuerza del mundo sindical depende de su unión en la defensa del bien, ha tratado de introducir elementos ideológicos en los sindicatos, a modo de disolvente. Efectivamente, el «divide y vencerás» ha sido aplicado por el mundo capitalista ultraliberal, con la intención de dividir a los obreros en su lucha, a fin de que desistieran de hacer un frente común.

Frente a la unión, se ha promovido la cultura del descarte. Ante esta división ideológica, la histórica lucha sindical por el bien de la sociedad fue abandonada y reducida a estrecha lucha por los intereses particulares de grupo, dividiendo al mundo sindical.

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Urge que el mundo sindical vuelva a volar alto, posponiendo los legítimos intereses particulares o de grupo y priorizando la lucha por los derechos más fundamentales, como el derecho a la vida, a la vivienda, y al pleno empleo, sin el cual no es posible construir una sociedad cohesionada donde todos ganemos.

Una sociedad fuertemente cohesionada con el mundo sindical unido en torno al derecho a la vida, al pleno empleo digno y a la vivienda podrá sí ofrecer muchas posibilidades de integrarse y desarrollarse a aquellos que vienen de fuera, y volverá a ser el orgullo de un mundo sindical que desde hace décadas no encuentra su rumbo.

Esperamos que graves situaciones como la de la Nissan no se vuelvan a repetir, dejando a miles de familias españolas sin trabajo y con perspectivas inciertas. Un mundo sindical cimentado sobre los bienes y derechos más fundamentales estará más unido en el futuro y tendrá una legitimidad pública enorme cuando se trate de definir las condiciones para el desarrollo económico, entregado en las últimas décadas a un capitalismo anónimo y a unos políticos que no pocas veces emplean la demogagia.

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